lunes, 12 de septiembre de 2016

Morelia: un festival inolvidable.


El primer festival de cine que tuve la oportunidad de cubrir, aún no entendía bien cómo funcionaban las cosas para la prensa de cine. Era octubre de 2013, y se celebraba la 11° edición del Festival de cine de Morelia. Aunque, internacionalmente hablando, sabía que había eventos cinematográficos de más renombre, tampoco era desconocido para mí el hecho de que éste tenía bastante importancia dentro y fuera de México.

Así pues, para mí era la gran cosa este suceso, más aún porque Alfonso Cuarón se daría cita para presentar “Gravedad” (“Gravity”) película que había ya dado mucho de qué hablar en otros festivales y que más tarde habría de darle el Óscar al mexicano (eso aún no se sabía, pero se especulaba que lo llevaría lejos).



El primer día en Morelia fue para mí un poco difícil. Tan pronto como el autobús llegó al hotel donde no hospedarían a los de prensa, ya era hora de comenzar con las actividades, por lo que sólo había tiempo de dejar las maletas en los respectivos cuartos. El cine no podía esperar.


De a poco fui entendiendo el ritmo de vida que uno debe llevar en dicho ambiente: levantarse temprano, desayunar entre conocidos y desconocidos, correr al cine, entrar a una película, salir de la anterior y entrar a otra, regresar al hotel, repetir la ecuación del desayuno pero ahora para la comida, encontrar un espacio con una computadora e internet para sentarte a escribir, cubrir conferencias y ver una última película nocturna. Todo para cerrar el día con una fiesta, actividad que no era obligada, pero que casi nadie dejaba pasar para bailar, reír y comentar de los highlights del día.


Cada día durante dos semanas resultaba prácticamente igual, con variantes en la trama de las películas, el menú de la comida, los protagonistas en conferencia, el tiempo disponible para dedicarse a escribir y los momentos de risas.

Terminado el festival, recuerdo haber regresado a mi casa con ganas de dormir eternamente. No logré cruzarme con Quentin Tarantino, quien había ido también al festival, pero eso era lo de menos. Me sentía feliz tanto por la experiencia como por los colegas de trabajo convertidos en amigos. Estaba dispuesta a regresar a Morelia siempre.