Creo
no equivocarme al decir que una buena película es aquella que se queda en tu
mente revolviendo tus ideas una vez llegada a su fin y “Joker” de Todd Phillips
sin duda es esa clase de película.
Esta
historia de origen sobre el popular villano de los comics de “Batman”, ha
generado cierta preocupación al interior de Estados Unidos, misma que tal vez
no sea para menos, por su guión cargado de crítica social que nos muestra
ciudadanos molestos, hartos de injusticias y cansados de no ser tomados en
cuenta por cualquiera que tenga alguna clase de poder.
De
esta forma la encarnación de Joaquín Phoenix resulta escalofriante no porque desde
el inicio lo concibamos como un demente (aunque de hecho sí se habla más delante
de su inestabilidad mental) sino por lo contrario, porque logra agradarnos
y quisiéramos verlo triunfar, pues empatizamos con sus infortunio laboral y
social al encontrarnos de un modo u otro reflejados en ellos.
¿Qué
nos separa de Arthur Fleck / Joker? Puede preguntarse la audiencia y la
respuesta pueda ser que en realidad no mucho. He ahí lo que perturba, que tal
vez no se precise de una situación extraordinaria para convertir a un hombre
ordinario en un completo demente al que deje de importarle ir lo que es correcto; es sólo el cúmulo de pequeñas situaciones infelices las que lo pueden
conducir al desquicio.
La
cinta consigue recordar a “Taxi Driver” de Martin Scorsese y curiosamente lo
mismo se decía de “You Were Never Really Here” de Lynne Ramsay también con Phoenix
como protagonista, por lo que habría que decir que probablemente dicho rol le
sirvió como preparación para este otro. Y tal vez no en vano el mismo Robert De
Niro aparezca en esta película como el ídolo de Arthur, un comediante que
termina por defraudarlo.
Esto
lleva a otra pregunta ¿quiénes son nuestros héroes y qué admiramos de ellos? Y en
ese mismo contexto vale recordar una escena en la que Joker parece romper la
cuarta pared, en un momento en el que observa a una joven con máscara de payaso
(haciendo alusión a cierto incidente en el que él ya se ha desquiciado). Arthur
la observa y la señala y en ese momento parece que a quien observa es a
nosotros mirando su película.
También
encontramos en la trama una referencia más que directa con la del protagonista
de “The Man Who Laughs”, cinta de 1928 de Paul Leni basada en la novela homónima
de Victor Hugo, en el que Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane encontraron
inspiración para la creación del enemigo de Batman. Así, encontramos a Arthur
como un ser que raya en lo trágico, pues pese a no querer no puede evitar reír
en momentos inoportunos debido a un trastorno mental.
Un acierto
más en el guión recae en el hecho de que, aunque es esta una historia de
origen, al igual que en los comics de DC hay varias interrogantes sobre lo que
es verdad, pues de Joker se ha dicho todo y a la vez se sabe casi nada (como su
nombre, aunque aquí se acepte uno). De igual modo, captura la esencia del
personaje debido a su impredecible forma de actuar que nos roba el aliento.
“Joker”
te “vuela los sesos” en más de un sentido porque como sociedad nos
responsabiliza por nuestros propios monstruos. Pero más allá de inquietar
debería ocupar a todo aquel que la vea en darse cuenta de que nuestras acciones
siempre tienen un impacto los demás. Nunca sabemos en qué momento un buen gesto,
un buen trato, el notar a alguien con un saludo y el ser comprensivos pueda
sumar a favor.
En
nuestras manos tal vez no esté la clave para acabar de raíz con problemas
sociales como los que nos muestra Todd Phillips, pero es correcto que existan
cintas como “Joker” que nos los hagan notar para que no vivamos de espaldas a
ellos.