sábado, 26 de enero de 2019

“Strangers on a Train”, una historia de obsesión

El asesinato perfecto existe. Sólo se requiere de dos completos desconocidos, con el afán de deshacerse de un ser indeseable, que estén dispuestos a intercambiar a la víctima. La razón de esto es que al matar a un desconocido nadie podría ligarte con el crimen ya que no existe un motivo de por medio.

Bueno, por lo menos eso es lo que considera Bruno Antony, personaje interpretado por Robert Walker en “Strangers on a Train” cinta de Alfred Hitchcock que en México se conoció con el nombre de “Pacto Siniestro” y que estaba basada en la novela homónima de Patricia Highsmith.

El rol protagónico de dicha cinta, recayó sobre Farley Granger que ya había trabajado con Hitchcock en “La Soga” (“Rope”). Así, Granger dio vida a un joven tenista, famoso no solo por sus habilidades en la cancha de juego, sino también por sus intenciones de comenzar una carrera política y casarse con la hija del senador Morton; esto claro si su infiel esposa le concede el divorcio.

La historia iniciaba precisamente con la secuencia de donde tomaba su nombre a la cinta (tanto en inglés como en español), en la cual dos extraños se conocen y uno cree haber hecho un funesto pacto con el otro.

Es así: Bruno, que sigue la carrera de Guy en los periódicos, se encuentra con el atleta y sostienen una conversación donde el primero le plantea al segundo, sus ideas sobre lo que llama “el crimen perfecto”. De este modo, Bruno accede a matar a la esposa de Guy (que se niega a divorciarse de él) si a su vez éste mata a su padre (para que Bruno herede sus millones y viva a sus anchas).

Guy lo toma como una mera conversación pero Bruno, como no es raro encontrar en las películas de Hitchcock, es en realidad un psicópata, así que se decide a cumplir con lo supuestamente acordado.

Pero el problema no termina con la muerte Miriam (Kasey Rogers) la esposa del tenista; y es que cuando Bruno confiesa a Guy ser el homicida  y a su vez descubre que él no tiene intenciones de cumplir con su parte y matar a su padre, Guy comienza a ser acosado por Bruno quien amenaza con incriminarlo por la muerte de su esposa y derrumbar así su mundo.
                                                                                                                              
El tema es sin duda escabroso, pero de todas las escenas de la película la que toda la vida logró ponerle a Hitchcock los pelos de punta, fue aquella del clímax donde los protagonistas se encuentran sobre un carrusel desbocado.

Pero no era tanto por lo que ocurría en trama, si no por la complicación técnica de su realización. En algún punto de la misma, un actor secundario debía arrastrarse por debajo del desenfrenado juego para activar una palanca y así detener el movimiento. Hitchcok sabía que si aquel actor hubiese levantado unos pocos centímetros la cabeza habría sido decapitado por el juego.

En cuanto al reparto, Granger no había sido la primera opción para encarnar a Guy (inicialmente sería William Holden). Quizás esto hizo que el maestro fijara más su atención en la genial interpretación de Walker y diera preferencia a al villano por encima del héroe.

De hecho, para Walken tal papel fue el despunte de su carrera y es probable que hubiésemos visto más de él en otro trabajo del cineasta pero, víctima de una larga depresión, el mismo año que se estrenó la cinta decidió quitarse la vida.

Por otra parte, es bien sabido que Hitchcock gustaba de incluir en sus filmes a actrices rubias, pero en ésta, Ruth Roman que encarnaba a Anne Morton, no lo era. ¿La razón? había sido impuesta por la casa productora. No obstante, quien sí fue incluida de buena gana en un rol secundario fue Patricia Hitchcock, hija del británico, que daba vida a la hermana menor de la actriz principal y hacía la contraparte cómica.

La película cuenta con dos versiones, la por todos conocida en Hollywood y la que podríamos llamar “versión del director”. La primera, termina con Guy siendo reconocido nuevamente en un tren por un hombre, pero éste recordando la experiencia con Bruno, opta por y dejar al hombre con la duda. Por su parte, que la otra versión terminaba una escena antes, con Guy dando a Anne noticias sobre el desenlace del conflicto.

Fuera de lo que se pueda pensar, esta no es simplemente la historia de un psicópata ofuscado por sus ideas acerca de cometer el crimen perfecto. Es también la de un hombre desesperado por conseguir la atención de otro por el cual se siente atraído.

Esto puede vislumbrarse conforme avanza la cinta, y el interés de Bruno por deshacerse de su padre de diluye notablemente y en cambio incrementa su deseo por estar cerca del tenista. Uno de los elementos clave para esta deducción, es aquella escena en la que Guy, con una llave que le hace llegar Bruno, se adentra en la habitación del padre del primero para advertirle sobre las intenciones de su hijo, pero al encenderse la luz a quien vemos en su interior es al mismo Bruno recostado en la cama esperando por él.

“Strangers on a Train” o “Pacto Siniestro” es un clásico memorable de Alfred Hitchcock.


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